Epifanía de la Memoria

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PRÓLOGO

Leer un poemario es entrar en los recintos de un alma; de un espíritu ensimismado que rememora; una mente inmersa en obsesivos cantos a lugares y praderas de la vida. Cosas que han acontecido, pasado como viento indeleble, huellas en la piel y en los aires íntimos del tiempo. Pasajes, umbrales, campo y ancestros, amores y respetuosas elegías al entorno que dialoga con la memoria. Es atemperar la lectura con el sabor de las metáforas, el sabor de las palabras, el discurrir del verso con su música.

Al leer un poemario uno escucha, ve y oye. Se piensa lo que el poeta piensa, se oye su flautar en un recinto íntimo, el templo que es su cuerpo-espíritu en vigilia a la espera de la anécdota que canta. El tiempo es mariposa en el vaivén de los momentos de sigilo, acompasado ritmo que pasa de uno a otro lugar imaginario donde algo es posible, algo viene, algo va.
Leer un poemario enajena de la mejor manera; entretiene más allá de toda lógica, y la bruma es por el contrario luz que invita y lleva de la mano por territorios donde se revela el rostro del poeta.

Y esto es José Atuesta Mendiola: un mirar entre velos impresionistas de la luz, un sonar desde el barro que modeló la sombra, la estancia en busca de proteger el mundo íntimo de la existencia guardada. Porque el poeta es sensible oído-ojo-y-voz. Ha sido testigo y sabe contar su testimonio, ese mirar que no se quedó en olvido porque la palabra lo re-crea, y el escucharlo nuevamente en la lectura es como abrir un ánfora de sueños guardados, protegidos por la espera de llegar a ser en otros ojos.

José Atuesta Mendiola ilumina un haber sido para el presente y el futuro; ha visto en sus vivencias bucólicas la manera de estar en el mundo; atento, con su sensibilidad de bardo que recuerda y adorna todo con la lira de su poesía. Y, ante todo, es esa evocación de su experiencia lo que nos presenta como bitácora donde la letra no se cierra, sino que se abre en líneas luminosas de color y tiempo inspirado.

Y así, en propia voz del poeta José Atuesta Mendiola, la poesía es: Su mirada milenaria ha cincelado una escultura inagotable de palabras. Descifra imperios de metáforas, infinita conquista de la imaginación.

La artista no blasfema, su vida es el arte.

Te vestiré de poeta para que vivas en la eternidad de la metáfora.

RODRIGO VALENCIA Q.

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